«Bienvenidos al Darién, esperamos que lo disfruten», le gritan al grupo de migrantes que arriban, con niños en brazos y maletas, en mototaxis y motocarros al lugar, en las afueras de Acandí, donde queda la entrada a esta inhóspita selva.

En el lugar, están unos hombres uniformados con camisetas rosadas, que llaman ‘asesores’ y guían al grupo, que son marcados con brazaletes que usan en los parques de diversiones, mientras unos metros atrás ocho hombres armados, que se mueven en 4 camionetas Toyota Hilux, vigilan que no haya contratiempos.

Ellos son los que controlan ese camino de barro, que es la única entrada al llamado Tapón del Darién, que lleva de Colombia a Panamá en ocho días de travesía a pie con el afán de conseguir el ‘sueño americano’.

Hay cuatro casonas donde en unas venden comida y artículos de supervivencia, como creolina, carpas, botas y condones, que sirven para proteger el celular y el dinero de la lluvia, y en otras duerman los ‘asesores’ y los de seguridad.

Los migrantes, que en el día se pelean por la sombra de un árbol del albergue, deben dormir en el suelo o pagar 10 dólares por una hamaca.

Un plato de comida con arroz, fríjoles y carne molida cuesta 15 dólares, una botella con agua 5, dormir en hamacas cuesta 10 y cuando les permitan pasar a la selva la cruzada del primer río cuesta 40 dólares más. Al final, cada migrante puede gastar entre 600 y 800 dólares para cruzar la selva.

De entrada les piden hasta 500 dólares, pero siempre bajan a 350 porque sino nunca van a poder pasar y el negocio no es ese. Muchos migrantes llegan ya con esos 350, otros duran meses en conseguirlos y otros saben que nunca lo van a lograr, pero esos son los que más nos interesan.

Es en ese punto de desesperanza absoluta cuando los ‘guías turísticos’ les ofrecen opciones de trabajo.

Si en la familia hay una niña bonita, les ofrecen que la prostituyan y así se gana rápido su plata para cruzar, aunque a veces ellas lo hacen solitas.

Si la familia tiene muchos niños les ofrecen pasar droga con los niños, porque en la selva a esos niños los cuidan y eso les da seguridad a los padres, y si son puros hombres los ponen a trabajar en el camino cargando a los niños o el equipaje de los que sí pagan, precisa uno de los coyote.

Fuente: Agencias

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