El Dr. Christopher Kerr, médico de cuidados paliativos y autor del libro “Sueños de los Moribundos: El Encuentro con el Sentido y la Esperanza al Final de la Vida”, ha dedicado su vida al estudio de los acontecimientos del final de la vida.

En su investigación, ha descubierto aspectos fascinantes sobre cómo las personas experimentan los días previos a morir. Según el Dr. Kerr, los adultos moribundos a menudo repasan sus vidas y experiencias a través de sueños o ensoñaciones.

Las personas, por lo general reviven momentos clave e imaginan conversaciones con personas importantes en sus vidas. Estas fantasías pueden permitirles conectarse o reconectarse con experiencias positivas que han tenido. Sin embargo, también pueden incluir momentos de catarsis, como el perdón de pecados, crímenes o agravios.

En su estudio con 1,500 pacientes de cuidados paliativos, el Dr. Kerr ha observado que estas experiencias pueden ser transformadoras o significativas. Algunas personas encuentran paz al reencontrarse con seres queridos o al recibir perdón. A veces, estos sueños pueden ser desgarradores, pero son parte integral del proceso de enfrentar la muerte.

Un caso que impactó al Dr. Kerr involucra a un hombre que participó en el desembarco de Normandía durante la Segunda Guerra Mundial. A pesar de su impacto psicológico, nunca había procesado completamente esa experiencia. Al final de su vida, experimentó visiones horribles y vivió con trastorno de estrés postraumático (PTSD) durante décadas sin buscar ayuda.

La idea de que los niños mueran es, por supuesto, un concepto abrumadoramente perturbador. Sin embargo, si esta idea ofrece algún consuelo, proviene del Dr. Kerr y su experiencia de cómo los niños experimentan la llegada de la muerte.

Experiencia en niños


El estudio mostró que los niños experimentan la muerte de manera muy diferente a los adultos, pues a menudo tienen menos miedo, dado que inician el proceso sin la carga de toda una vida de miedo y ansiedad en torno a la muerte.

La mayoría de los niños más pequeños no pueden apreciar realmente la gravedad del fin de la mortalidad y no son plenamente conscientes de su finalidad. Tampoco suelen tener la idea de “conocer a un perdido”, dado que pueden ser demasiado jóvenes para haber perdido a un familiar querido.

En cambio, dice el Dr. Kerr, los niños a menudo sueñan o imaginan animales o mascotas queridas que “les dan el mensaje de que son amados y no están solos”. Y añade: “Los niños son creativos e imaginativos y pueden acceder a esa parte de sí mismos”.

Con información de La Patilla

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