La separación de padres e hijos por motivo de la migración venezolana pone en una situación vulnerable a los más pequeños. Abel Saraiba, psicólogo y coordinador adjunto de Centros Comunitarios de Aprendizaje (Cecodap), explicó que entre las principales consecuencias que sufren los infantes están los cambios emocionales por no tener un referente afectivo clave, como son los padres.

De allí que surjan síntomas en ellos, como son los sentimientos de tristeza, dificultades para dormir o —en caso opuesto— pasar largas horas durmiendo; y lo mismo sucedería con la alimentación: comen en exceso, o por el contrario pierden el apetito.

«Los niños pueden notarse más irritables, con llantos, cambios en el comportamiento y ¿por qué sucede todo esto?, porque hay una parte de la realidad emocional del niño que no está consiguiendo producir palabras y estas son las reacciones que él va desarrollando para hacerle frente a la situación», explica Saraiba.

En tales circunstancias, indicó que el bajo rendimiento académico sería otra de las señales que exhibe la afectación de las emociones; un niño triste no tiene la disposición en ese momento de aprender.

Aunado al hecho que deben mudarse del hogar primario para ir a vivir en la casa del cuidador o representante que quedará a cargo; Saraiba recuerda que la mudanza implica cambios en la doctrina de crianza y, por ende, se torna todavía más compleja la realidad del menor de edad.

La cifra de niños, niñas y adolescentes separados de sus padres o cuidado familiar en Venezuela, como consecuencia de la migración, ha aumentado recientemente y se estimaba para agosto de 2022 que ronda los 841.000, según el abogado Leonardo Rodríguez, exdirector de la Red de Casas de Abrigo Don Bosco.

(MT/La Patilla)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *